¿Sabías que tu intolerancia a la lactosa podría no ser genética? Aquí te cuento por qué
- cmzm967
- 12 jun
- 3 Min. de lectura
Hoy en día, muchos asumen que la intolerancia a la lactosa es simplemente un tema genético, como si fuera algo que viene "de fábrica". Pero, ¿y si te dijera que lo que realmente está pasando podría ser algo temporal, influenciado por cómo tu cuerpo maneja el equilibrio intestinal? Vamos a profundizar un poco más.

La disbiosis intestinal: cuando el equilibrio se pierde
Dentro de nuestro intestino habitan billones de bacterias que ayudan a digerir los alimentos y mantenernos saludables. Este conjunto de microorganismos se conoce como microbiota intestinal. Cuando hay un desequilibrio en ella, lo llamamos disbiosis, y esto puede generar un sinfín de problemas, entre ellos, trastornos digestivos.
¿Sabías que factores como una dieta poco equilibrada, el estrés crónico o el uso frecuente de antibióticos pueden alterar esta microbiota? Si algunos de estos factores están presentes en tu vida, podrías estar contribuyendo a una disbiosis, lo que afecta la capacidad de tu cuerpo para digerir ciertos alimentos, incluidos los lácteos.
Y es que, cuando nuestro intestino no tiene las bacterias adecuadas para procesar las grasas y proteínas, como los Bacteroidetes, se desencadenan inflamaciones que dificultan la digestión. Es por eso que, desde pequeños, los niños deben tener una alimentación adecuada que favorezca el crecimiento de bacterias beneficiosas en su microbiota.
¿Qué pasa con los lácteos?
Ahora bien, si tenemos un intestino inflamado por disbiosis, la lactosa, ese azúcar presente en los lácteos, se vuelve mucho más difícil de digerir. Normalmente, una enzima llamada lactasa se encarga de descomponerla, pero cuando el intestino está inflamado, esa producción disminuye, lo que puede resultar en síntomas incómodos como dolor abdominal o diarrea. Aquí es donde la mayoría de las personas piensa que tienen intolerancia genética a los lácteos.
Sin embargo, lo que suele suceder es que esa intolerancia es enzimática, es decir, temporal y vinculada a procesos inflamatorios. Si abordamos la causa de fondo (la inflamación), podemos volver a disfrutar de los lácteos sin tantos problemas.
Intolerancia genética versus enzimática: la diferencia
Aunque algunos casos de intolerancia a la lactosa son genéticos, la mayoría de las personas padecen lo que se conoce como intolerancia enzimática. Esta es temporal y se debe, generalmente, a un desequilibrio en el intestino y a la inflamación. Mientras que la intolerancia genética se debe a una deficiencia permanente de lactasa, la intolerancia enzimática es algo que se puede superar si se restauran las condiciones adecuadas en el intestino.
¿Se puede recuperar la capacidad de digerir lácteos?
¡Sí! Lo que muchas personas no saben es que, si restauramos el equilibrio intestinal y reducimos la inflamación, la intolerancia a la lactosa puede ser algo del pasado. Es como darle a tu intestino el espacio que necesita para sanar. ¿Cómo hacerlo? Puedes comenzar eliminando los lácteos de tu dieta durante unos meses, mientras sigues una alimentación antiinflamatoria, rica en prebióticos y probióticos. Estos ayudan a restaurar la flora intestinal y aliviar la inflamación.
Después de un tiempo de descanso para tu intestino, puedes reintroducir los lácteos, comenzando por productos de buena calidad, como el yogurt natural o el queso curado. Y lo mejor es que los lácteos fermentados, como el yogurt, ¡son ricos en probióticos que, además de equilibrar tu microbiota, son deliciosos!
Lácteos de calidad: la clave
No todos los lácteos son iguales. Los lácteos industriales, cargados de aditivos y azúcares, pueden contribuir a la inflamación y empeorar la disbiosis. En cambio, los lácteos de buena calidad, como el yogurt sin azúcares añadidos, son mucho más fáciles de digerir y más beneficiosos para tu salud intestinal. La clave está en elegir productos naturales, que no solo nutren tu cuerpo, sino que también promueven un equilibrio intestinal saludable.
Un nuevo enfoque para tu salud digestiva
Recuerda, la intolerancia a la lactosa puede ser un síntoma, no una sentencia de por vida. Al restaurar el equilibrio de tu microbiota y reducir la inflamación intestinal, puedes recuperar tu capacidad para disfrutar de los lácteos de calidad. El proceso requiere paciencia y compromiso con una alimentación que favorezca tu salud intestinal. Pero, con el enfoque adecuado, es posible. ¡Tu intestino te lo agradecerá!
¿Te sientes identificado?
Si sientes que los lácteos están afectando tu bienestar o que podrías tener un desequilibrio intestinal, no dudes en agendar una cita conmigo. Juntos podemos crear un plan personalizado que ayude a restaurar tu salud digestiva y mejorar tu calidad de vida. ¡Tu bienestar es mi prioridad!



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